Las sociedades son entes vivos que se mueven y funcionan a través de la diversidad de quienes la componen: las personas, indica el Tecnológico de Monterrey a través de su Instituto para el Futuro de la Educación, por lo cual, el lenguaje inclusivo debe ser parte de ellas.
Dentro de dichas sociedades, la diversidad se puede observar en factores como nuestro origen, nacionalidad, género, color de piel, sexualidad y opiniones.
Por su parte, el Instituto Nacional Electoral (INE) define al lenguaje incluyente como aquella “expresión oral, escrita y visual que busca dar igual valor a las personas al poner de manifiesto la diversidad que compone a la sociedad y dar visibilidad a quienes en ella participan”.
Para el INE, el uso de esta práctica lingüística busca “forjar una sociedad integrada que promueva en todo momento la igualdad entre los seres humanos”.
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La guía del uso del lenguaje inclusivo, realizada por el Sistema Nacional para el Desarrollo Integral de la Familia de la Ciudad de México, DIF CDMX, explica que es a partir de nuestro sistema de comunicación que “aprendemos a nombrar el mundo en función de los valores construidos en la sociedad, […] y dependiendo de cómo se use puede dignificar, denostar o invisibilizar, generando prejuicios, estigmas y estereotipos”.
La resignificación de una herramienta tan poderosa como la lengua, “conlleva una transformación en la construcción social de los conceptos y en la generalización de una cultura de trato igualitario”.
Cuando hablamos ¿discriminamos?
La lengua es una estructura que refleja las características de quienes la usan, por lo tanto, es un ente vivo, sujeto a un contexto social, político, geográfico y generacional.
Al adecuarse a las necesidades de sus hablantes, su uso es consecuentemente también herramienta de aplicación en ciertos ejercicios de poder que son todavía visibles en nuestra sociedad.
Cuando la representación de todas las personas se realiza a través del nombramiento de una sola parte de la población, se valida la existencia de una figura jerarquizada.
Esta termina por permear la manera en la que decidimos conducirnos hacia las personas. Si desde las bases del aprendizaje se excluye la pluralidad de nuestra sociedad, entonces existe un problema, señala el Instituto para el Futuro de la Educación.
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Y agrega que la propuesta de un uso de la lengua que legitime la existencia de todas las personas que conforman nuestros espacios, incomoda justo porque cuestiona estructuras que parecían no-cuestionables.
El lenguaje inclusivo está siendo utilizado y se ha introducido no sólo la conversación habitual, sino también al discurso en la academia.
¿Qué dice la RAE sobre el lenguaje inclusivo?
Cuando una usuaria de Twitter realizó una consulta a la Real Academia Española (RAE) sobre el uso del lenguaje inclusivo, la institución lo calificó como “innecesario”.
“Decir chiques o todes a cambio de chicos y todas es un idiotismo?”, preguntó la usuaria vía Twitter, a lo que la cuenta @RAEinforma respondió: “El uso de la letra ‘e’ como supuesta marca de género inclusivo es ajeno a la morfología del español, además de innecesario, pues el masculino gramatical (‘chicos’) ya cumple esa función como término no marcado de la oposición de género”.
La Real Academia Española, se ha manifestado en diferentes momentos en contra de estas formas cada vez más extendidas en las hablas populares. Aunque, como sostuvo hace un tiempo su director Santiago Muñoz Machado, la RAE no “está cerrada” a esas aperturas cuando “sean razonables, no lesionen el idioma y mantengan su belleza y sobre todo su economía”.
El correcto uso del lenguaje inclusivo
La Organización de las Naciones Unidas (ONU) construyó una guía a través de la cual se aconseja evitar la discriminación de género en el idioma.
Este documento de la ONU, explica que: “En español es posible utilizar diferentes estrategias para hablar o escribir de manera más inclusiva en cuanto al género”.
Por otra parte, el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile (CNCA) creó la Guía de Lenguaje Inclusivo de Género cuyo propósito es proporcionar “herramientas que faciliten un uso inclusivo del lenguaje” y así eliminar los “estereotipos de género, sesgos sexistas y diversas formas de discriminación que constituyen la base de la desigualdad”.
La guía del uso del lenguaje inclusivo, realizada por el DIF CDMX, ofrece también ejemplos para modificar expresiones dañinas. Lo anterior, en un contexto donde el racismo aparece como problemática inadvertida:
En México, la diversidad étnico-racial constituye un fundamento esencial de nuestras sociedades. Sin embargo, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación (ENADIS) 2017, “el 20.2 % de la población de 18 años y más declaró haber sido discriminada en el último año por alguna característica o condición personal”.
